( En agradecimiento a la Asociación de Mujeres Pozo Duz de Quero)
No hay duda que al leer este título nos viene a la cabeza la imagen de los cuatro jinetes del apocalipsis, a no ser que seas fan de José Luis Cuerda. (Así en la tierra como en el cielo) .
Estos cuatro males fueron sin duda la gran mal de la sociedad castellana durante muchos siglos de la mal llamada época imperial. Sin duda, en el siglo XVIII se comenzó a a ser más conscientes del cómo se transmitían ciertas enfermedades frente a las teorías relacionadas con castigos bíblicos, se investigaron las propiedades curativas de algunas plantas tanto americanas como peninsulares, fueron conscientes de la importancia de la alimentación para la salud frente a las sangría habitual de siglos anteriores, supieron de la importancia de la salubridad de las calles y hospitales frente a los hospitales oscuros y húmedos de siglos anteriores y un largo etc.
El avance de estos avances ligados a la ilustración, encontraron reticencias en sectores de las oligarquías locales y eclesiásticas. Por un lado, los primeros vieron como desde la Corona se potenciaban proyectos cuyo coste debía correr a cargo de sacar a subasta pública los terrenos que durante décadas estaban en usufructo de una élite local petrificada en el poder, por tanto, la renta que pagaban estos hidalgas estaba desactualizada del precio real que debían pagar por ellas, por otro lado, desde la Iglesia hubo reticencias que perdurarían durante todo el siglo XIX, aunque una parte de la Iglesia fue receptiva a ciertos cambios, pues estaba en juego perder uno de sus pilares fundamentales para mantener su posición, la capacidad de curar. Sirva como ejemplo, que parte de las acusaciones que se hicieron contra Pablo de Olavide ante la Inquisición estaban relacionadas con atribuir a la naturaleza y la ciencia lo que la Iglesia determinó como milagro.
Como vemos, pareciera que hay constantes en la historia, una de ellas es las reticencias a los avances o cambios de la sociedad y otra la pervivencia de lo anterior (sobre todo en el mundo rural) lo que hace que los cambios no lleguen al mismo tiempo a todos sitios.

Contestación a Tomás López
desde Miguel Esteban
Por los informes que se conservan, sabemos que guerra, peste, plagas y hambrunas están relacionadas. En el siglo XVII la guerra fue un factor mucho más importante que el XVIII incluso en Castilla que estuvo exenta de ser escenario de campos de batallas. Cuantos más hombres iban a la guerra, más campo se quedaba sin roturar, si llovía y se inundaban estos campos cuando se secaban generaban una costra superficial que servía de refugio tanto a langostas como a mosquitos para reproducirse, lo que ocasionaba terribles plagas de langostas o de mosquitos que transmitían enfermedades palúdicas cuyos resultados eran devastadores. Si por el contrario eran langosta lo que se reproducía, era evidente que al año siguiente habría hambruna y cualquier enfermedad diezmaba a una población ya débil por la carestía y carente de alimentos ante un futuro desolador. A estos males habría que contar con los estragos que el propio ejército del reino al que se pertencía y que ocasionaba por aquellas localidades por donde pasara, robos, requisas, asesinatos, violaciones,... y que el teatro español dejó inmortalizado.
Si bien las soluciones del siglo XVII se siguieron empleando en el XVIII: misas, cuarentenas, roturaciones, rogativas,... en este siglo se ampliaron las medidas a tomar: palomares en el campo y los pueblos para que se comieran las larvas de langosta, introducción del cerdo y las piaras en los campos para que acabaran con dichas larvas, mayor número de roturaciones, etc... otras de las mejoras se dio en la alimentación, recurriendo a un producto como el de la PATATA (muy cultivado en Villafranca y Herencia a principios del XIX), hasta hora usado en Europa como planta ornamental. Otra mejora fue la formación de los futuros médicos y las prohibiciones a cirujanos* y barberos de ciertas prácticas médicas, aunque encontramos pueblos como Miguel Esteban que contrató médicos nacidos en la localidad por ser más baratos a pesar de faltarle una asignatura, en otros muchos como Quero, Villafranca,... era notorio la dificultad que tenían para cobrar sus honorarios, a nivel urbanístico se llegó a modificar las ordenanzas para mejorar tanto los cementerios como las tumbas, se reguló el arreglo de calles para evitar charcos, se realizaron 
El Toboso mediados siglo XIX. Carlos de Haes
Museo del Prado.
proyectos de canalización de aguas, tanto para evitar el encharcamiento cercanos a la villa como para traer agua dulce a las fuentes, se crearon hospicios, etc. En cuestión médica se llegó a trabajar aportar nuevas plantas traídas de América como se analizaron las peninsulares como sucedió con las plantas de Puebla de Almoradiel, no obstante se siguió usando elementos como el mercurio para elaborar recetas, las dosis no siguieron nunca unas medidas estándar, y por supuesto, a pesar de la buena voluntad de las Juntas de Socorro, aparecieron los especuladores en el precio del grano e incluso de la nieve acumulada en los pozos y neveras, así como también se traficó con la Quina, una de las soluciones más útiles del momento para las tercianas... luces y sombras, hoy tan presentes.









